A lo largo de su trayectoria, Gonzalo Díaz ha forjado una retórica particular, un carácter literario. Su escritura está compuesta con la misma precisión con la que calcula una imagen o una instalación, con la misma lucidez y sensibilidad con que elabora sus obras utilizando varios recursos de enunciación y de montaje, cruzando saberes distantes dentro de la iconología, la historia del arte, la música, la literatura, la poética y la política, entre otros tantos. Siempre desde la ironía y con gran inteligencia, Gonzalo Díaz tempera sus textos: es musical y constructivo, porque los ajusta atornillando hasta la última tuerca, incluso las que en apariencia percibimos sueltas. Poseen, además, otra particularidad: su característico y pregnante timbre de voz. Su pronunciación es traspasada a su escritura, volcándose en ella el temperamento del artista: desde aquellos momentos de introspección propia de la latencia que conlleva la imaginación, hasta la agitación del discurso abierto al torbellino que ha sido el arte chileno a fines del siglo pasado y comienzos de este.